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En Café Trabalengua, enclavado en los cerros de Valparaíso, Chile, se ha rechazado el modelo statu
quo de administración jerárquica —dueño/gerente/barista— a favor de un colectivo de socias. Es un equipo comprometido a abrirle a su comunidad un espacio donde el relajamiento está al máximo y el ritmo, a su más lento. Entre los asiduos del local, que abrió sus puertas en noviembre del año pasado, se ha consolidado su reputación como espacio preferido de trabajo, ganándose así el apodo cariñoso de “El Laboratorio”.
Abrir una cafetería de especialidad en Chile no es nada fácil. Como todos saben, el agua de la zona no es la más adecuada —potable sí, pero no de las más sabrosas— debido a la purificación intensa que se le aplica para contrarrestar la contaminación. Felizmente, en Trabalengua donde se está lejos del ajetreo de la ciudad, Camila Fuenzalida, Estefanía Díaz, Francisca Rioseco y el resto del equipo han convertido en irrelevante la cuestión del agua al insistir en una esmerada elaboración de sus cafés mediante métodos manuales como la infusión, la prensa francesa y la cafetera Moka, que utilizan agua filtrada embotellada. Fuenzalida señala, en nombre del grupo, que es precisamente esa insistencia en la demora que les fascina. El espectador se vincula y se compromete con el acto de preparar un café.
Al sentarnos, mi acompañante y yo en la mesa, nos brindaron hojas de papel, lápices de color y atención sin escrúpulos. Es evidente que el ambiente fue diseñado para fomentar la creatividad y las relaciones interpersonales. Artistas de la casa exhiben sus obras en una estantería dedicada a este fin al lado de la barra. En un rincón bien iluminado, se imparten clases de japonés. Sobre el mostrador, el porfolio de un fotógrafo está en exhibición. Aquí se hace hincapié en el arte, la conversación y la inclusión. Los baristas no demoraron mucho en invitarnos a participar en unos juegos y tertuliar sobre la cultura entre tazas y copas.
Trabalengua ofrece cafés nicaragüenses y brasileños procurados por los especialistas apasionados de Taller Café, ubicado en la ciudad aledaña de Viña del Mar. Además, Trabalengua se beneficia de los servicios técnicos, de capacitación y de asesoría del mismo para garantizar la calidad de sus bebidas. Fuenzalida explica que intentan crear un clima de cercanía con los que llegan y traer la experiencia casera a la cafetería. De repente, la gente observa la elaboración de un café en Chemex y dice, “Así lo hacía mi abuela”. La surtida de alimentos frescos y cuidadosamente seleccionados, de panaderos y pasteleros locales, consta como una prueba más de la filosofía de la casa. Los llamados ‘platos fondos’ son caseros, elaborados de recetas de familia, y a menudo vienen acompañados de vinos chilenos. Para endulzar el paladar, con un poco de suerte como nos tocó a nosotros, te harás con un trozo de torta de lúcuma, receta original de la madre de una de las socias, quien la prepara en casa.
La evocación de la familia no termina con la comida. Las socias de Trabalengua se aseguran de que quienquiera que pase por sus puertas se sienta como en casa y que así siempre sea. Por ejemplo, durante nuestro segundo día allí, estábamos en la cafetería cuando un disturbio futbolero estalló en la calle. De pronto, hinchas vestidos con las camisetas de sus equipos respectivos salieron de estampida por la zona pegando gritos y buscando problemas, seguidos de policías en motocicletas. Hasta se apropiaron del letrero de Trabalengua, hecho de madera, para su uso como objeto contundente. Nuestras anfitrionas reaccionaron con agilidad, trabando las puertas y cerrando las ventanas, para proporcionarnos a todos un refugio seguro. Incluso se ofrecieron a acompañarnos a nuestras casas.
El colectivo Trabalengua califica sus ideales de varias maneras, pero “una revolución lenta”, en mi opinión, es la más evocadora. El espacio en sí es colorido y recuerda al Viejo Mundo. Sin embargo, al fijarse en los detalles, comienzan a sobresalir el diseño moderno e hipnótico del papel pintado, los tonos cálidos de la madera y la inteligente construcción de la estantería. Las mesas, las sillas y los sofás son resistentes y cómodos a la vez; algunos inclusive diseñados y fabricados por la misma Díaz. La cafetería se sitúa entre la base y la cima de uno de los emblemáticos cerros de la ciudad costera, con vistas increíbles desde su puerta principal. El hecho de estar ubicada en un Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO acarrea toda una serie de cuestiones burocráticas que hay que resolver, pero, no nos engañemos, lo que pretende Café Trabalengua es distraernos de los problemas “del mundo de la gente grande”.
Valparaíso es una ciudad portuaria, conocida por su arquitectura, sus ascensores de cerro, los grafitis que salpican sus muros y su tosco exterior. Café Trabalengua, con su tranquilidad, contrasta en medio de una ciudad vibrante y actúa de puerto seguro tanto para “artistas como no artistas, investigadores como no investigadores, científicos como no científicos, consumidores como no consumidores”, declara Fuenzalida. “Casi no tenemos clientes, sólo ‘gozadores’, como nos gusta llamarlos, de varias edades, niños y abuelos, de todas partes del mundo”, agrega Rioseco, con gusto. Por mí parte, espero con ansias volver, quitarme los zapatos y ponerme cómodo.
Café Trabalengua se encuentra en Artillería 67, Valparaíso, Chile. Síguelos en Facebook.
Adam Arcus (@aarcusphoto), quien reside en Chicago, es un periodista y fotógrafo. Lee más de Adam Arcus en Sprudge.
Con fotografías adicionales de Rodolfo Muñoz.
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